En Kazán, Rusia, se celebró recientemente la última cumbre de los BRICS, un evento que, más allá de su trascendencia política, marca un cambio profundo en la dinámica de poder global. Desde su fundación en dos mil seis, el grupo formado inicialmente por Brasil, Rusia, India, y China (al cual se unió Sudáfrica en dos mil diez) ha promovido la cooperación entre potencias emergentes. Sin embargo, la cumbre de Kazán fue histórica: el bloque acogió a nuevos miembros –Irán, Egipto, Etiopía y los Emiratos Árabes Unidos– en un momento en que muchos países del Sur Global buscan alternativas a las alianzas lideradas por Occidente.
La narrativa de los BRICS enfatiza un “desarrollo global justo” y una “seguridad compartida”. Pero, ¿qué significa esto en un contexto donde los conflictos, sanciones y alineamientos ideológicos dividen al mundo? Para muchos de los países asistentes, el atractivo del bloque radica en la promesa de un orden multipolar que les permita diversificar sus alianzas y negociar en sus propios términos. Mientras Occidente busca aislar a Rusia, esta cumbre mostró que la influencia de Moscú persiste, especialmente en el Sur Global y en Asia Central, con varios líderes de la región presentes en el evento.

India, por ejemplo, es miembro del bloque BRICS y, a su vez, aliado clave de Estados Unidos en el Quad (junto a Japón y Australia). Pero el mensaje de su canciller, Subrahmanyam Jaishankar, fue claro: India no está dispuesta a sacrificar sus intereses por las presiones externas, prefiriendo una postura de “no alineación” estratégica. Otros países, como Turquía, ven en el BRICS una oportunidad de negociación con sus socios occidentales, sin verse forzados a tomar partido en conflictos que no consideran propios.
Lo que menos cubrió la prensa occidental fue la presencia de líderes de Asia Central, Azerbaiyán y Armenia, quienes asistieron al encuentro BRICS Plus. Esta ampliación sugiere que el bloque podría incluso trascender sus actuales miembros, abriendo sus puertas a más países que buscan alternativas de desarrollo y seguridad fuera de la influencia de Washington o Bruselas.
El desafío para Occidente no es menor. Mientras los BRICS buscan estabilizar sus relaciones y promover proyectos de desarrollo común, su narrativa y práctica generan desconfianza en Estados Unidos y la Unión Europea, quienes ven el surgimiento de estos actores como una amenaza a la hegemonía liberal. Al final, el éxito de esta coalición dependerá de su habilidad para construir una narrativa y estructura funcional que no solo desafíe el status quo, sino que ofrezca resultados tangibles para sus miembros, en especial en términos de economía, recursos y seguridad.




Este momento de transformación para los BRICS representa una ventana para aquellos interesados en comprender las fracturas y posibilidades de la política global actual. En un entorno marcado por las tensiones y las narrativas en competencia, los BRICS aparecen no como un contrapeso directo, sino como una estructura flexible, abierta a diversos modelos de poder y cooperación.