Del fetiche del dólar al ocaso del imperio: Marx, la crisis del capital y el nuevo mundo multipolar

Del fetiche del dólar al ocaso del imperio: Marx, la crisis del capital y el nuevo mundo multipolar

La descomposición de la hegemonía estadounidense no es un accidente coyuntural, sino el desenlace histórico de las contradicciones internas del capital que Marx ya anticipaba en El Capital. Hoy, el bloque BRICS, liderado por China y Rusia, no representa un nuevo paraíso, pero sí encarna una correlación de fuerzas que desafía el orden unipolar y reactiva la lucha histórica entre centro y periferia, entre valor y vida.

El ocaso de un imperio

La hegemonía global de Estados Unidos, construida sobre los escombros de la Segunda Guerra Mundial y consolidada tras el colapso del campo socialista, atraviesa una crisis estructural. El relato de la “democracia liberal” como forma universal de organización social se desangra en su propia contradicción: una democracia formal sin soberanía popular real, sostenida por guerras, chantaje financiero y violencia estructural.

Las derrotas militares en Irak y Afganistán, la desindustrialización del corazón obrero del país, la expansión incontrolada de su deuda externa y la pérdida de legitimidad frente a países emergentes marcan el declive de un ciclo hegemónico que hoy se fractura con fuerza.

Las sanciones impuestas a Rusia tras el conflicto en Ucrania no doblegaron a Moscú, sino que empujaron a múltiples naciones a buscar alternativas al dólar, acelerando una tendencia que venía gestándose: la desdolarización y el nacimiento de un mundo multipolar.

Este no es un giro accidental ni un error de cálculo político. Es el síntoma de un sistema que, como decía Marx, no puede existir sin expandirse, y al mismo tiempo, su propia expansión siembra las semillas de su derrumbe.

El capital como totalidad contradictoria

En El Capital, Marx descompone el funcionamiento interno del modo de producción capitalista, revelando que bajo la apariencia de libertad y racionalidad económica se oculta una estructura profundamente contradictoria.

“El capital es trabajo acumulado que sirve como medio para explotar trabajo vivo.” (El Capital, Tomo I)

La acumulación infinita de capital choca con los límites materiales del planeta, con la reproducción social de la vida y con su propia lógica interna. Esta contradicción fundamental se expresa, entre otras formas, en:

a) La sobreacumulación y la destrucción de valor

Cuando el capital no puede encontrar salidas rentables para la inversión productiva, se estanca o se desplaza hacia formas ficticias: especulación financiera, deuda, guerras. Estados Unidos ha financiado su hegemonía mediante la emisión ilimitada de dólares, confiando en el rol del billete verde como moneda global. Pero esta forma ficticia de capital ya no logra absorber la crisis que ella misma produce.

“El desarrollo de la productividad del trabajo lleva a la sobreproducción de capitales.” (El Capital, Tomo I)

b) La tendencia decreciente de la tasa de ganancia

Este principio estructural anticipa que el capital debe invertir más en maquinaria y tecnología (capital constante) que en trabajo humano (capital variable), lo que reduce progresivamente la tasa de ganancia. El imperialismo estadounidense intentó contener esta tendencia mediante la explotación del sur global, el control del comercio internacional y la financiarización. Hoy, esos mecanismos muestran sus límites.

c) El fetichismo del dinero: el dólar como dios secular

Marx explicaba cómo el dinero se convierte en un fetiche que oculta las relaciones sociales reales, apareciendo como una cosa con poder autónomo. El dólar no es solo una divisa: es el símbolo de un orden. Su crisis es también una crisis simbólica.

“El fetichismo alcanza su forma acabada en el dinero: una relación social aparece como una cosa dotada de propiedades mágicas.” (El Capital, Tomo I)

Contraponiendo filósofos: Fukuyama, Huntington, Hegel… y Marx

A lo largo de la historia, distintos filósofos han intentado interpretar el curso del mundo. Pero pocos lo han hecho desde la materialidad de la lucha de clases como lo hizo Marx. A continuación, contrastamos su pensamiento con algunas de las figuras intelectuales más influyentes del pensamiento burgués contemporáneo y moderno.

a) Fukuyama y el “Fin de la Historia”

En 1992, Francis Fukuyama proclamó el triunfo definitivo del modelo liberal tras la caída del Muro de Berlín. Su tesis —extraída superficialmente de Hegel— anunciaba que la democracia liberal y el libre mercado serían el destino inevitable de la humanidad.

Pero como advertía Marx, “la historia de toda sociedad hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases” (Manifiesto Comunista), y esa historia no terminó, sino que entró en una nueva fase.

La creciente desigualdad, el colapso del centro imperial, el ascenso de nuevos polos de poder y el retorno de formas nacional-populares (de izquierda y derecha) en múltiples regiones han pulverizado el optimismo de Fukuyama.

Su “fin de la historia” no fue más que el apogeo momentáneo de la dominación unipolar, confundida con destino.

b) Huntington y el “choque de civilizaciones”

En respuesta a Fukuyama, Samuel Huntington propuso otra tesis: el mundo no sería unificado por la democracia liberal, sino fragmentado por conflictos culturales entre civilizaciones (Occidente, Islam, Confucianismo, etc.).

Pero esta lectura omite el motor real del conflicto: la economía política del capital. Huntington reifica la cultura, convirtiéndola en causa, cuando en realidad muchas veces es consecuencia o campo de disputa.

En vez de civilizaciones, lo que enfrentamos es una lucha mundial entre:

  • Centros financieros imperialistas (EE.UU., UE)
  • Potencias emergentes que buscan autonomía (China, Rusia, Irán)
  • Pueblos movilizados que exigen soberanía y justicia social

El “choque” no es entre civilizaciones, sino entre formas antagónicas de organizar la vida, la producción y el poder.

c) Hegel vs. Marx: la historia como dialéctica real

Hegel vio la historia como la realización de la Idea a través del Estado. Su dialéctica era idealista: la razón se despliega en el tiempo a través de formas institucionales progresivamente más racionales.

Marx toma la herramienta dialéctica, pero la invierte materialistamente. La historia no es la evolución de un Espíritu absoluto, sino la lucha concreta entre clases sociales en condiciones históricas determinadas.

“No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.” (La ideología alemana)

La caída de EE.UU. como imperio no es el fin de la razón, sino la crisis de una forma histórica del capital. La emergencia de nuevos polos no responde a un plan divino, sino a la reorganización concreta de los intereses de clase a escala global.

El mundo multipolar como respuesta histórica

La expansión del bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica —ahora con adhesiones como Irán, Egipto, Etiopía y Arabia Saudita) señala el declive del orden unipolar.

Este bloque:

  • Promueve el comercio en monedas locales (renminbi, rublo, rupia)
  • Desarrolla mecanismos financieros paralelos al SWIFT
  • Impulsa infraestructura independiente como la Franja y la Ruta
  • Rechaza el tutelaje político-económico del FMI y del Banco Mundial

Esto no equivale a una revolución socialista, pero sí a un reordenamiento del sistema mundial donde el capital ya no fluye sin fricciones desde la periferia hacia el centro.

China no es la antítesis del capital, pero su existencia desestabiliza la dominación absoluta de EE.UU.

Rusia no es un modelo de democracia popular, pero su autonomía estratégica desafía al poder de la OTAN.

Esta multipolaridad tensa las relaciones internacionales y permite —en ciertos casos— que países periféricos negocien con mayor soberanía. Pero sin un horizonte político claro, podría convertirse simplemente en una disputa interburguesa a escala mundial.

¿Una salida a las contradicciones del capital?

El mundo multipolar que se perfila no es todavía un mundo emancipado del capital. La caída del imperio estadounidense no garantiza por sí sola una transformación radical de las condiciones de explotación y dominación que viven los pueblos.

Lo que está en juego no es simplemente un cambio de hegemonía geopolítica, sino la posibilidad (o no) de construir un orden social alternativo al capital.

Como señalaba Marx en El Capital:

“El capital no es una cosa, sino una relación social entre personas, mediada por cosas.”

Por tanto, la disputa no es solo entre países, sino entre formas de organizar el valor, la vida y la reproducción social. Una multipolaridad sin pueblos organizados, sin horizonte socialista, puede ser solo un nuevo reparto del mundo entre capitales nacionales rivales.

a) El riesgo de una multipolaridad sin contenido

El bloque BRICS puede diversificar la economía mundial, permitir mayor soberanía monetaria y política en países dependientes, pero eso no implica la abolición del capital.

Si la multipolaridad no va acompañada de:

  • Redistribución radical de la riqueza
  • Control popular de los medios de producción y del poder político
  • Transformación ecológica de la producción

…entonces seguirá existiendo la explotación del trabajo, la acumulación por despojo, el patriarcado estructural y el colonialismo financiero, aunque cambien sus centros de operación.

“Los obreros no tienen patria.”

(Manifiesto Comunista) — El internacionalismo debe seguir siendo brújula y no ceder al nacionalismo burgués.

b) El papel de los pueblos organizados

En este momento histórico de ruptura, la clave no está solo en Beijing, Moscú o Washington, sino en las calles de Lima, Santiago, Bogotá, Nairobi, Buenos Aires o Johannesburgo.

Allí donde la gente organizada levanta comités de abastecimiento, recupera tierras, crea economías populares, disputa el sentido común, se gesta la posibilidad de un proyecto político anticapitalista real.

Los Estados pueden (y deben) recuperar soberanía, pero sin organización de base, sin poder popular, sin educación crítica y sin lucha ideológica, todo cambio geopolítico es superficial.

Conclusión: La historia no terminó, apenas comienza

El fetiche del dólar se descompone. El viejo centro imperial tambalea. La unipolaridad que impuso el libre comercio, la guerra preventiva y la financiarización de la vida ya no puede sostenerse.

Pero el futuro no está escrito.

La caída de un imperio abre oportunidades, pero no garantiza horizontes. Lo que viene puede ser una redistribución del dominio… o una transición hacia la emancipación. Dependerá de si somos capaces de organizar la esperanza, de disputar los sentidos, de construir poder real desde abajo.

“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.”

— Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach

Fuentes citadas y consultadas:

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